La Difunta Correa, de la historia de una madre desesperada a una leyenda que hasta hoy se aferran miles de esperanzas

Deolinda Correa o Dalinda Antonia Correa es la mujer a la que se le atribuyen muchísimos milagros y veneraciones. Su santuario esta ubicado en el pequeño pueblo de Vallecito, en la provincia de San Juan.

Mitos y Leyendas 13/02/2023 Pablo Gentilcore Pablo Gentilcore

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A la hora de referirse a figuras míticas paganas argentinas, es imposible no hacer referencia a La Difunta Correa. Fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente allá por 1840, durante las guerras civiles. Vivían en el departamento de Angaco (provincia de San Juan). Los soldados de la montonera que viajaban a La Rioja obligaron al marido de Deolinda, a unirse a las montoneras. Sin su marido para protegerla, el comisario del pueblo comenzó a acosarla, y lo hizo a tal punto que Deolinda, angustiada decidiera irse de su pueblo en busca de su marido, que le habían dicho estaba en La Rioja.

Desesperada tomó a su pequeño hijo lactante y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan, llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charqui y dos recipientes de agua hechos con cuernos de buey. Cuando el agua se agotó, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se recostó debajo de la sombra de un algarrobo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Cuando unos arrieros pasaron por el lugar al día siguiente, encontraron su cadáver, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche. Los arrieros la enterraron en el paraje conocido hoy como Vallecito y se llevaron consigo al niño, cuyo destino fue incierto ya que no existen documentos o testimonios que acrediten su existencia, aunque también hay versiones que afirman que ambos yacían sin vida y que fueron enterrados juntos en esa tumba. 

La historia fue llegando a los oídos de los paisanos y paisanas, muchos de ellos fueron peregrinando a su tumba para dejarle una oración, con el tiempo a muchos fieles se les hicieron realidad sus peticiones y poco a poco se fue convirtiendo en uno de los santuarios más importantes e imponentes de nuestro país. Hoy en día mucha gente deja botellas con agua, para que "nunca le falte agua a la Difunta".

La mayoría de las visitas de fieles y curiosos en forma masiva se llevan a cabo para la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre marzo y abril, en Semana Santa, El día de los Muertos y las Ánimas cada 2 de noviembre, para la Fiesta Nacional de los Camioneros, quienes se dirigen hacia el Santuario y luego se realiza un almuerzo comunitario y un campeonato de truco para los choferes y durante las vacaciones de invierno, aunque cabe aclarar que las visitas se producen durante todo el año y se calcula que su número supera el 1.000.000 de personas anuales no sólo de Argentina, sino también de países limítrofes. 

En el lugar se construyeron decenas de espacios para la gran cantidad de donaciones que la gente le acerca, casas en escala, autos, vestidos de quince y casamiento, títulos, placas, ofrendas deportivas y de todo tipo, además de otras tantas cosas que hacen del lugar una postal imponente.

La promesa del "Chiqui Tapia" y la copa del campeón 

Una de las historias más recientes fue la del Presidente de la AFA, confeso devoto de la Difunta Correa. Al lograr su cargo como máximo referente de esta institución, Tapia subió de rodillas las escaleras hacia el santuario para cumplir con su promesa. Cuando la selección ganó la Copa América llevó el trofeo a la Difunta, gesto que repitió poco después con el de la Finalíssima, luego de vencer a la selección italiana.

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Tras una durísima final con la selección de Francia, Argentina se consagra Campeón del Mundo por tercera vez y nuevamente "Chiqui Tapia" cumple con su promesa y lleva la replica de la copa hasta el Santuario.

Muchas son las historias detrás de cada ofrenda entre las miles y miles que existen en este lugar sagrado

La camiseta de Leo Messi que llevó Chiqui Tapia, presidente de la AFA, está en una vitrina especial que piensan ampliar para sumar la de Javier Mascherano.

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"Una vez estábamos en la otra habitación y sentíamos llorar a una señora. Era la dueña del perro que lo había traído embalsamado hacía muchos años. La museóloga que armó esto no quería ponerlo, pero yo le dije que sí, por respeto a ese promesante. Cuando la mujer, de más de 70 años, lo vio en la vitrina no lo podía creer y lloraba, me dio las gracias. Hoy es un ícono del museo", contó Daniel Rojas, administrador de la Fundación Vallecito.

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Un cuadro que replica la obra La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, pero realizado en plata 900, ubicado en el pasillo principal del museo. Fue realizado por un artesano en Portugal y donado por una familia mendocina. La plancha de plata tiene 2,5 centímetros de espesor para darle el relieve necesario al trabajo. Dicen que está valuado en 50.000 dólares.

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Los guantes que usó Nicolino Locche cuando se consagró campeón venciendo a Takeshi Fuji, en Tokio, Japón. Rojas cuenta que ya enfermo, Locche llegó hasta la Difunta Correa de quien era muy devoto. Pidió que le alcanzaran los guantes y dijo: "Qué pesados son", a lo que el administrador le contestó: "Usted los usaba campeón".

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Los pantalones que usó Carlos Monzón la noche que le ganó el título a Nino Benvenuti, el 7 de noviembre de 1970.

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Muchas son las muñecas donadas, casi todas por la misma persona, entre ellas se destaca una geisha japonesa de porcelana con pelo natural. 

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Traje típico de la región de  Afganistán. Estaba guardado desde hace décadas y no se sabe quien lo dejó. Está bordado en hilos de oro. Al lado está el vestido de novia de Canadá, llevado por una canadiense que conoció allá su historia, le hizo una promesa a la Difunta y le trajo su vestido de novia.

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Vitrina de la música donde está la guitarra de Jorge Viña. Hay instrumentos de siglo XIX, violines, acordeones, bandoneón, guitarras, trompetas.

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En 1898 Flavio Ceballos era comerciante de ganado y una tormenta le hizo perder todas las cabezas. Tenía su parada en el puesto de la Difunta y le prometió construirle una capilla a ella si recuperaba el ganado y así fue. El nieto, Víctor Hugo Ceballos, donó el poncho que llevaba esa noche. La capilla la construyó 30 años después.

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Vehículos de colección: un Mercedes Benz de 1951 donado por un señor de Córdoba; y un Ford T, ofrendado por un señor de Caucete, de apellido Peleritti.

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